domingo, 11 de julio de 2010

Panrico a la quiebra

ECONOMÍA
La banca se queda con el pastel
Los donuts cambian de dedo. Con un agujero de 605 millones, Panrico acaba en manos de sus entidades acreedoras
F. PÉREZ / MADRID
Día 10/07/2010
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Cambio de receta, y presentada en nuevo envase. Sin demasiadas opciones plausibles para la venta o la refinanciación en el actual contexto económico, el fondo británico de capital riesgo Apax Partner se ha resignado finalmente a dejar a medio cocinar su proyecto inversor en Panrico, que pasará ahora a estar controlada casi en su totalidad por la banca acreedora. Tras varios meses de negociaciones, el grupo alimentario ha alcanzado esta semana un principio de acuerdo con las distintas entidades financieras a las que debe 605 millones de euros. Entre los acreedores están Caja Madrid, ING o La Caixa, aunque la deuda está tan repartida que los nuevos dueños de los donuts y el bollycao rondan el centenar.
La capitalización de ese pasivo permitirá a Panrico rebajar su agujero hasta los 350 millones. La operación, que se sellará antes de que acabe el mes, y cuyos flecos legales no irán en todo caso más allá de septiembre, implica también que el plazo de devolución de la deuda se alargue una media de dos años, hasta finales de 2015. Y como ingrediente extra, incluye una inyección de 30 millones adicionales que permitirán a la compañía moldear con más calma el futuro inmediato. Además, se realizará una ampliación de capital por 288 millones para convertir los créditos participativos en fondos propios.
Se consuma así la fecha de caducidad del relumbrante proyecto que arrancó en 2005, cuando Apax Partner compró Panrico por 900 millones a la familia Costafreda, La Caixa y el Banco de Sabadell. En plena época de crecimiento, el crédito fluía y, a su rebufo, se planificó un auda plan de expansión que debería tener como colofón la salida a Bolsa. Ambición no faltó. En la primavera de 2008, Panrico se hacía con el negocio de galletas de Artiach, que completaba su cartera de marcas con referencias como Chiquilín, Artinata, Princesa o Marbú. El año pasado, la firma de inversión británica engullía a La Bella Easo, cuyo futuro es ahora una incógnita.
Pero las adquisiciones también llegaron acompañadas de desinversiones, la más significativa, la venta de las fábricas en China y Grecia, además de varios inmuebles en distintos puntos de la geografía nacional. Y en esas, la crisis comenzó a devorar y a amargar las previsiones más dulces. El consumo se desplomó y las marcas blancas empezaron a mordisquear los cimientos del sector. Panrico no fue inmune a la situación, y en las cuentas de 2008, las últimas publicadas, el grupo registró unas perdidas consolidadas de 5,8 millones. Varios préstamos participativos inyectados por Apax ayudaron a estabilizar los números. Pero ahora el horno se ha cerrado, y el escenario es completamente nuevo. E imprevisible.
De momento, la continuidad del actual equipo directivo, encabezado desde principios de año por Cesar Bardají, parece asegurada. Fuentes de la compañía afirmaron a este periódico que su prioridad es «apostar por un crecimiento orgánico», pero sin dejar de aprovechar el «músculo financiero» de los nuevos dueños para afrontar adquisiciones. «Si hay alguna oportunidad, la aprovecharemos», recalcan. Y no habrá «oído cocina» con las marcas blancas. «No son ni la primera ni la segunda prioridad. Queremos apostar por reforzar nuestras marcas, que son un valor seguro». En el horizonte, el viejo anhelo de Apax: «Salir a Bolsa en cuatro o cinco años es perfectamente posible», sentencian.

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